💚 Cómo 7UP pasó de tónico para la resaca a la anti‑cola que conquistó generaciones — y por qué es un manifiesto sobre contar historias
- Ernes

- 29 jul
- 5 Min. de lectura
🌾 Missouri, 1928: un hombre, un brebaje y un calor pegajoso
El verano en Missouri podía ser despiadado. El sol caía pesado sobre los techos de zinc, las calles de tierra levantaban polvo con cada paso, y el aire estaba cargado con ese olor dulce y terroso del maíz recién trillado.
En una pequeña trastienda de St. Louis, rodeado de frascos con etiquetas manuscritas y probetas que chispeaban, un hombre de cejas gruesas y ojos hundidos movía un líquido translúcido. Charles Leiper Grigg, autodidacta y publicista devenido alquimista, llevaba meses obsesionado con encontrar la soda definitiva.
Ya había probado suerte antes. Su Whistle —una soda naranja— había llenado estantes y luego desaparecido tras un mal negocio. Luego vino Howdy, que le dio un segundo aire. Pero su mente no conocía descanso: quería algo radicalmente distinto. Algo que no solo vendiera sabor, sino un sentimiento.
⚗️ Un remedio para tiempos frenéticos
Así nació, en ese caluroso 1928, un brebaje insólito:una combinación de limón y lima, fresca, chispeante, con un agregado curioso —citrato de litio, que se recetaba entonces para calmar los nervios.
“Con esto,” pensó Grigg, mientras agitaba el matraz, “la gente se va a sentir bien, ligera… quizá hasta feliz.”
El 7 de agosto de 1928, registró su marca con un nombre tan críptico como sonoro:
Seven‑Up.¿Siete ingredientes secretos? ¿Siete onzas de la botella original? ¿Un juego popular llamado Seven Up?El misterio, lejos de ser un problema, sería un imán futuro.
📈 Dos semanas antes del abismo
En octubre de 1929, Grigg se sintió listo para conquistar el mercado. Su bebida salió a la calle con un nombre extenso, casi de prospecto farmacéutico:
Bib‑Label Lithiated Lemon‑Lime Soda.
En los bares y farmacias, los boticarios llenaban vasos altos con ese líquido burbujeante, que prometía estabilizar el ánimo y espantar la resaca.
“¿Bib‑Label… qué?” preguntaban algunos clientes, con una risa nerviosa.“Tráigame mejor una de esas colas oscuras que ya conozco.”
Grigg se frotaba las manos, con la fe intacta en su fórmula. Lo que no sabía es que el mundo estaba a punto de colapsar.
Apenas dos semanas después, el crack de Wall Street pulverizó la economía estadounidense. Bancos quebrados, fábricas cerrando, hombres vendiendo relojes de oro por un plato de sopa.Cada vez que Grigg pasaba frente a su pequeña planta embotelladora, sentía un nudo de miedo subirle por la garganta.
“¿Y si esto muere antes de siquiera empezar?”, murmuraba en soledad.
💭 El momento de entender lo que la gente realmente quería
Pero Grigg empezó a observar con más atención.Notó que, aunque el sabor encantaba, la historia detrás del producto no conectaba.
El litio, las promesas medicinales, el aire de tónico para nervios —todo eso sonaba pesado en un tiempo donde la gente quería olvidarse de sus problemas, no recordarlos con cada sorbo.
Lo que deseaban era algo simple, un pequeño placer sin culpa, un momento para sonreír sin explicaciones clínicas.
Ahí tomó la decisión más audaz de su vida.
✂️ El giro magistral: matar al remedio, nacer como placer
En 1931, Grigg hizo lo que pocos empresarios se atreven: destruyó el relato original para salvar su producto.
✅ Simplificó el nombre a 7UP, un enigma sonoro que no necesitaba justificación.✅ Cambió la etiqueta a un verde brillante, lleno de burbujas que parecían escapar del logo, coronado con un punto rojo descarado.✅ Y lo más importante: dejó de hablar del litio. Dejó de hablar de salud. Empezó a hablar de sabor, frescura y disfrute.
Así, durante los años 30 y 40, 7UP creció silenciosamente como la gaseosa clara, ligera, que no necesitaba compararse con las colas oscuras. Ofrecía algo diferente —un break despreocupado.
🌎 De Missouri al mundo: la bebida de los picnic familiares
Para 1936, Grigg cambió el nombre de su empresa a The Seven‑Up Company, dejando atrás oficialmente el pasado medicinal.Para 1939, tenían plantas embotelladoras en los 48 estados de EE.UU., listas para aprovechar el boom del consumo posguerra.
En los 50 y 60, 7UP era la compañera natural de los picnics dominicales, los partidos de béisbol, los almuerzos en patios traseros. Era la bebida que no cargaba con rituales solemnes: se servía a carcajadas.
💥 El golpe de genialidad: ser la “Uncola”
Pero el verdadero hito llegó en los años 60 y 70.Con Coca‑Cola vendiendo felicidad familiar y Pepsi capturando la rebeldía rockera, ¿qué espacio quedaba para una soda clara?
Los creativos de 7UP encontraron la respuesta perfecta:
“The Uncola.”
No iban a pelear por el mismo terreno. Iban a crear un nuevo mapa.
7UP no era negra, no era espesa, no era un símbolo del statu quo.
Era ligera, brillante, casi tropical.
Sus campañas eran coloridas, psicodélicas, llenas de frutas que estallaban en cámara lenta, con una música que te hacía sentir en vacaciones.
🎨 Los personajes que la volvieron cultura pop
Para consolidar ese universo, aparecieron personajes que se grabaron a fuego en la memoria colectiva:
Fresh‑Up Freddie, un gallo simpático que cantaba la frescura en los 60.
El punto rojo del logo, que cobró vida como Spot en los 80, una burbuja animada que bailaba y rompía reglas.
Y el inolvidable Fido Dido, que en los 90 se convirtió en el embajador de los adolescentes despreocupados, con su trazo irregular, su pelo en punta y su sonrisa que decía “no me importa seguir el molde”.
Cada anuncio, cada sticker, cada comercial era contenido que expandía la historia. No vendían solo gaseosa. Vendían la idea de escapar un rato de la seriedad del mundo.
⬇️ El lento desvanecimiento: cuando el relato se desgasta
Pero los tiempos cambian.A partir de los 2000, el mundo empezó a mirar con desconfianza las bebidas azucaradas. Surgió la obsesión por lo “healthy”, las etiquetas se llenaron de alertas, y la narrativa que antes sonaba a rebeldía despreocupada empezó a parecer trivial.
7UP también cambió de manos varias veces:
Philip Morris en 1978,
Hicks & Haas en 1986,
luego Cadbury Schweppes,
y hoy bajo Keurig Dr Pepper o PepsiCo, según el mercado.
Con cada venta, la marca perdió algo de su filo narrativo. Spot se desvaneció, Fido Dido quedó atrapado en camisetas vintage, y el concepto Uncola dejó de actualizarse para nuevas generaciones.
Hoy, 7UP sigue viva, fuerte en ciertos países, pero lejos del fenómeno cultural que fue. Ya no es el ícono que aparecía en remeras y posters de dormitorios adolescentes. Es solo otra opción más en la góndola.
🧠 El aprendizaje que toda marca debería grabarse
Y ahí está el verdadero oro de esta historia.
7UP no conquistó el mundo por tener un sabor extraordinariamente distinto.Conquistó porque se animó a contar una historia única.Porque supo plantarse en un espacio libre —el de la anti‑cola— y llenarlo con contenido que amplificaba esa narrativa: comerciales irreverentes, personajes memorables, posters que respiraban humor y libertad.
👉 Ese es el punto esencial:No basta con tener un producto.No basta con tener un logo lindo.Es la historia que contás —y cómo esa historia vive en cada pieza de contenido— lo que convierte un gasificado en un símbolo, una compra trivial en un pequeño acto de identidad.
Al final, las burbujas desaparecen, las modas cambian, hasta los logos envejecen.
Pero la historia correcta —si es verdadera, valiente y está viva en cada texto, cada imagen y cada video—
esa historia puede durar más que cualquier fórmula secreta.




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